Aunque el Imperio Austrohúngaro fue recordado por la bravura de sus soldados, lo cierto es que parece que el paladar lo tenían un poquito delicado y los vinos de la zona del Véneto les parecían demasiado fuertes y con mucha graduación alcohólica.
Para evitar las tremendas resacas que descubrieron a su llegada a Italia, los soldados decidieron empezar a aguar el vino, pero con agua carbonatada. Es así, básicamente, como nace el Spritz y de este modo tan "tierno" los valientes soldados austriacos rebajaron el contenido alcohólico del vino veneciano y pudieron consumirlo con más tranquilidad.
A la vez que conseguían una bebida más suave, los germanos consiguieron un cóctel de culto al que bautizaron como Spritz, que deriva del verbo spritzen que es como los austriacos dicen ‘rociar’.
La receta original austrohúngara consistía en mezclar vino blanco seco con un “Spritz” (chispazo) de agua con gas y una rodaja de naranja. Y parece que de ahí llegó el término por que se conoce a este cóctel hasta nuestros días. Pero tras la aparición de Aperol, parece imposible hablar de Spritz sin que se nos venga a la mente el famoso licor naranja absorbido en 2004 por el grupo Campari.
Pero no nos quedemos ahí… la alta aceptación del Spritz como el perfecto aperitivo afterwork ha traspasado las fronteras del Véneto y sus populares Bacari venecianos. Y es evidente que, con una copa llena de hielo y que luzca un color brillante, es fácil creernos protagonistas de “La Dolce Vita”. Por ello, las infinitas versiones que se han creado a partir de esta democratización del Spritz hacen que hasta los más reticentes a esta bebida tan de moda tengan que reconocer que existe su “Spritz perfecto”. La pregunta sería: ¿tienes tu Spritz preferido?
En Mcgregor tenemos un spritz con ingredientes locales, utilizando Gin Macaronesian, Aperol reducido con fresas, un golpe de bitter de lavanda, ácido de champagne y una soda de salvia.
¡Está delicioso!
Ángel García
Bartender
@A.GARZZ