El criterio de una persona con anosognosia acerca de sus limitaciones cognitivas, conductuales, emocionales o funcionales, difiere del que se puede observar o medir a través de pruebas objetivas. En este sentido, podemos encontrarnos con personas que minimizan la severidad de sus síntomas hasta aquellas que presentan una pérdida completa de conciencia sobre sus déficits.
El descubrimiento de esta condición, al igual que el de muchos otros en la Neuropsicología, se dio a través del estudio de pacientes que habían sufrido una lesión. En 1914, el neurólogo Joseph Babinski, trabajaba con pacientes que habían sufrido un ictus en el hemisferio derecho y como consecuencia presentaban una hemiplejía izquierda. Es decir, una parálisis o pérdida de la movilidad de la mitad izquierda del cuerpo. Babinski encontró una serie de pacientes que, cuando se les pedía que levantasen los dos brazos, levantaban el brazo derecho sin problema, pero que cuando debían hacerlo con el izquierdo, no contestaban o decían que ya lo habían levantado, pese a que esto no era posible ni estaba sucediendo.
La anosognosia en un caso como este es más sencilla de apreciar, pero puede presentarse de forma mucho más sutil y estar interfiriendo gravemente en la seguridad y recuperación del paciente con afectación neurológica. Si creo que no estoy enfermo, actuaré como si no lo estuviese. En este sentido podemos encontrarnos con pacientes que tratan de andar sin apoyo pese a sus déficits de movilidad, pacientes que creen que pueden ver aunque presentan ceguera cortical, pacientes que no quieren tomar su medicación o realizar su rehabilitación neurológica porque “a mi no me pasa nada”, pacientes que siguen conduciendo tras una lesión que pone en riesgo la seguridad en el manejo de un vehículo o pacientes que se olvidan de apagar el fuego al cocinar, pero niegan su olvido.
La ignorancia de la propia enfermedad puede llegar a ser muy perjudicial para la persona afectada, porque lleva al paciente a sentirse bien y en consecuencia, descartar la idea de intervenir sobre sus déficits.
Es importante que podamos distinguir la anosognosia de la negación del déficit. La anosognosia es consecuencia de una lesión, es una condición neurológica, mientras que la negación del déficit corresponde más bien a los recursos de afrontamiento, resistencia o mecanismos de defensa que tenemos las personas a la hora de hacer frente a las dificultades.
Las personas con anosognosia no es que no quieran aceptar lo que les ocurre, simplemente no son conscientes de su estado ni pérdida de capacidades. Creo que saber esto puede ser de gran ayuda a los familiares de estos pacientes, ya que muchas veces no tenemos los conocimientos suficientes para entender determinadas situaciones y lo atribuimos a lo que sí conocemos, como la rebeldía, la desobediencia, la irresponsabilidad o un carácter rígido. Creer que la causa de los comportamientos que presenta una persona con anosognosia son debido a estos aspectos que acabo de citar, puede llevarnos a la desesperación, al enfado con el familiar, incluso a sentirnos culpables. Sin embargo, ir entendiendo el por qué, nos ayudará a manejar mucho mejor la situación.
Cristina de la Fe
Neuropsicóloga
Psicóloga sanitaria