En el artículo de esta semana quiero hablarte de la sal, debido a que es un elemento que solemos utilizar en muchas comidas (si no en todas).
La sal de mesa es el nombre común que se le da al cloruro de sodio, que es un compuesto inorgánico.
Nuestro organismo no es capaz de metabolizar adecuadamente los minerales cuando se encuentran en estado inorgánico, y entonces los reconoce como un “veneno” que es urgente disolver, con el objetivo de ocasionarnos el menor daño posible.
Si bien es cierto que cuando nuestros órganos de eliminación funcionan perfectamente pueden eliminar estos minerales inorgánicos, el problema aparece cuando hay un consumo elevado y continuado de esta sustancia.
Aquí, nuestros órganos son tan solicitados que no pueden realizar adecuadamente sus funciones.
Cuando esto ocurre, estas sustancias son acumuladas en las partes de nuestro organismo donde menos daño nos harán.
Y se quedarán ahí, a la espera de que se creen las condiciones adecuadas para poder ser eliminadas.
Es así como el cuerpo genera una retención de líquidos, por ejemplo, como un mecanismo mediante el cual intenta disolver esa sustancia que se está acumulando y nos está haciendo daño.
¿Pero entonces? ¿No necesitamos sal tal y como nos lo recomiendan?
Es cierto que sí necesitamos los minerales que conforman la sal. Pero no necesitamos la sal inorgánica que añadimos a los alimentos.
Lo que necesitamos es ingerir esos minerales en su forma orgánica, tal y como se encuentran en la naturaleza, cuando provienen de alimentos vivos.
Frutas, verduras, frutos secos, semillas…
Todos estos alimentos tienen los minerales que necesitamos, y nos los brindan de la forma en que nuestro cuerpo puede aprovecharlos.
Además, un consumo habitual de sal ocasiona deterioro y debilitamiento en nuestras papilas gustativas y oculta el verdadero sabor de los alimentos.
Es por eso que cuando dejamos la sal, la comida nos parece muy sosa y sin sabor los primeros días, hasta que las papilas gustativas alcanzan un nuevo equilibrio.
Comer con sal también provoca una estimulación y excitación general del sistema nervioso que va debilitando al organismo.
Así mismo, puede generar adicción... ¿No te ha pasado que incluso sin haber probado bocado, muchas veces necesitas ponerle sal a la comida para poder comerla?
La sal también afecta la digestión: estimula, irrita, inflama y endurece nuestras membranas mucosas.
Por otro lado, la sal es un excelente conservador de alimentos por su poder antibiótico: destruye sus bacterias y evita la putrefacción.
Esto quiere decir que tiene el potencial de destruir las células de nuestro cuerpo también.
Si llevamos toda la vida consumiendo sal, alejarnos de esa costumbre y encontrar el verdadero sabor de los alimentos nos puede resultar muy difícil en un primer momento.
Por eso quiero proponerte alguna alternativa más saludable al uso de la sal.
Para sustituirla, te recomiendo que comiences incluyendo diferentes especias en tus comidas.
Otra alternativa es realizar tus cocciones con agua de mar en vez de con sal añadida.
Y mientras que sigues añadiendo sal y atraviesas esta transición a comer sin sal, puedes utilizar sal marina sin refinar en vez de sal refinada, o sal del Himalaya, por ejemplo.
¿Conocías todo esto acerca de la sal?
¡Cuéntamelo!
¡Nos vemos en el próximo artículo!
Flor Fernández
Técnica superior en dietética y Coach integral de salud