Comencemos por el principio: la inflamación es una respuesta fisiológica del organismo que tiene por objetivo frenar el avance de aquello que nos daña.
Hay dos tipos principales:
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Inflamación aguda, que viene acompañada de dolor y aparece en momentos muy puntuales (como cuando nos torcemos un tobillo).
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Inflamación crónica, que, por el contrario, es silenciosa (el dolor aparece mucho más tarde), muchas veces no se percibe a simple vista (está dentro del organismo, recubriendo nuestras vísceras, por ejemplo) y se extiende en el tiempo.
En ambos casos, la finalidad última de la inflamación es atacar al agente patógeno (eso que nos daña), reparar el tejido dañado y restablecer el equilibrio interno del organismo.
La inflamación crónica se encuentra en el origen de muchas patologías que padecemos en la sociedad en la que vivimos.
Y como puedes imaginarte, nuestro estilo de vida puede inducir a un estado de inflamación sistémica o, por el contrario, puede alejarnos de él.
Por eso, para potenciar nuestra calidad de vida y vitalidad, es muy importante reducir los niveles de inflamación internos y detener su avance.
Una de las formas más rápidas de lograrlo es comenzar a integrar una alimentación más energética y consciente y, por supuesto, antiinflamatoria.
Esto permitirá que la inflamación comience a reducirse de forma gradual y sin esfuerzo para ti.
Un consumo elevado o continuo de productos ultraprocesados, productos con azúcar y harinas refinadas, aditivos, conservantes y colorantes, cereales muy procesados, un exceso de carne roja y de lácteos, etc., enervan nuestro organismo generando inflamación.
Por eso, al introducir un mayor porcentaje de alimentos de baja carga digestiva y alto valor nutricional cada día, permitimos que la toxemia acumulada en nuestro organismo disminuya, reduciendo así nuestro estado de inflamación interna.
Te dejo aquí algunos consejos nutricionales que puedes comenzar a implementar desde hoy mismo para frenar o revertir esa inflamación silenciosa y puedas así potenciar tu calidad de vida.
Lo primero, incluye a diario un porcentaje elevado de alimentos de baja carga digestiva y alto valor nutricional en tu alimentación, como las frutas y verduras crudas.
Además, reduce la ingesta de los alimentos más inflamatorios, como ultraprocesados, azúcares y harinas refinadas, carnes rojas, lácteos, aceites vegetales refinados…
Por último, vete a la cama con la digestión hecha. Procura cenar un par de horas antes de dormir para darle tiempo a tu aparato digestivo a hacer la digestión.
Esto permitirá que, durante la noche, además de descansar bien, tu cuerpo pueda ocuparse de regenerar la energía nerviosa y distribuir los nutrientes que ha obtenido durante el día a todos tus órganos y músculos.
Si comienzas a integrar alguno de estos consejos, verás muy pronto cómo aumenta tu vitalidad día a día y sin esfuerzo para ti.
Un aumento de tu vitalidad es igual a una disminución de la inflamación interna.
¡Nos vemos en el próximo artículo!
Flor Fernández
Técnica superior en dietética y Coach integral de salud