A pesar de esa fuerte vinculación entre la canariedad y el timple, sus orígenes son inciertos y no hay acuerdo entre los expertos e historiadores sobre su procedencia. Una de las personas que intentó dar respuesta a esta cuestión fue el musicólogo, ya fallecido, Lothar Siemens.
En una primera aproximación a ese posible origen encontramos una serie de leyendas urbanas de difícil comprobación. Una de ellas achaca su creación a un constructor de guitarras de Lanzarote y otra lo vincula a un catalán que llegó a Canarias hace dos siglos.
En estos momentos, lo único que se puede decir a ciencia cierta sobre el origen del timple, es que no es una herencia del mundo indígena canario ya que, a pesar de que las crónicas hablan del gusto musical de nuestros ancestros, estos no conocían los instrumentos de cuerda. Por ello hemos de considerarlo como un instrumento que llegó o empezó a conformarse tras la conquista militar de las islas.
(De las manos de Florian Corujo aprendí a sentir la música del timple)
Lothar Siemens plantea, con mucho acierto, la necesidad de descubrir si esa nueva población que llegó a las islas lo inventaron o procedieron a adaptarlo a partir de un instrumento similar. Esta segunda opción parece a todas luces la más probable.
En España y Portugal hay guitarrillas similares a la nuestra. Desde allí, tras el descubrimiento de América, se extendió su uso al nuevo continente llevadas por los colonos europeos.
En la América de habla hispana se conoce a estas guitarrillas como “triple”. Esa denominación también se usó en las primeras referencias para denominar al actual timple canario. Posiblemente, en épocas posteriores se le añadió una “m” pasando a ser conocido, a partir de ese momento, como en la actualidad.
A pesar de su similitud con otros instrumentos, el timple tiene una característica que lo hace único, su caja de resonancia es estrecha, alargada y abombada por debajo.
Esa característica lo vincula a otros instrumentos similares usados en África. Se cree que esa conexión puede haberse creado en Lanzarote y Fuerteventura, islas que recibieron en su momento una gran presencia de berberiscos. El propio Lothar Siemens recogió en su obra varios testimonios antiguos en los que se llamaba al timple “guitarrillo majorero”.
Sea cual sea su origen, europeo o africano, el timple debe mantenerse vivo. No puede convertirse en un regalo típico para los que nos visitan o un elemento de vitrina.
Su música debe seguir acompañándonos en nuestro día a día.
Juan Carlos Saavedra
Escritor, investigador y divulgador de la cultura canaria