Año 1851. Una epidemia de cólera morbo asiático azota Gran Canaria. Es la pandemia más devastadora que hasta entonces había tenido la isla. Fallecieron 5.593 personas de las 45.000 que vivían en la isla redonda.
Cuentan los anales de la historia que la epidemia se cebó duramente con Teror, una población debilitada después de la hambruna de 1847. Tanto es así que el obispo Don Buenaventura Codina, previo acuerdo del Ayuntamiento del municipio, decidió cambiar la fecha de las fiestas en honor a la Virgen del Pino y posponerla dos meses, hasta el 9 de noviembre de ese mismo año. Al parecer, convenía evitar la aglomeración de personas en Teror mientras el cólera seguía su apogeo, que comenzó a declinar en agosto.
Dos siglos después, la historia tiene un parecido que asusta. Una pandemia causada por el coronavirus SARS-CoV-2, que provoca la enfermedad COVID-19, azota al mundo entero. Hasta la fecha, 45 personas han fallecido en Gran Canaria, más de 827.000 en todo el mundo.
Estamos viviendo un año en el que nada es igual a lo que era. Hoy, día grande de las Fiestas del Pino, se ‘vive otro Pino’, tal y como reza en su programa de actos (https://teror.es/wp-content/uploads/2020/08/programa_ElPino2020_ok-1.pdf). Hoy, el fervor está en el corazón de los miles de canarios que enmudecen por no poder congregarse en la Villa Mariana y venerar a su patrona tal y como lo venían haciendo de costumbre. Hoy, la festividad se reduce la celebración de tres eucaristías matinales y otra de tarde. Hoy, ‘Pinito’, como se la conoce cariñosamente, no saldrá en procesión por las calles de Teror escoltada, desde 1929, por los militares del Regimiento de Infantería Ligera Canarias 50.
En este 2020 la patrona de Gran Canaria y de Canarias asiste a la más atípica de las fiestas, con una programación muy austera, y a la más atípica de las ofrendas celebradas en los 68 años de existencia de este popular acto. A la Virgen del Pino no le ha quedado más remedio que adaptarse a los nuevos tiempos y a las circunstancias sanitarias sobrevenidas y entrar en la era digital en la que, esta vez, los pequeños verseadores grancanarios se han visto obligados a honrarla con sus décimas a través de las redes sociales y los medios de comunicación.