Los vecinos y vecinas de Las Palmas del año 1905 disponían de tres tipos de transporte a su servicio: tartanas, coches y tranvía a vapor.
El precio de uso de la tartana era de 1 peseta para viajes de entre uno y tres pasajeros. Si se quería sumar un viajero más se debía abonar 0,25 pesetas extras. También se podía “alquilar” la tartana por horas, siendo su precio para entre uno y tres pasajeros de 1,75 pesetas. Cada viajero extra vendría a incrementar el precio en otras 0,50 pesetas.
El uso de coche para el desplazamiento costaba 1,50 pesetas para viajes de hasta tres pasajeros. Cada usuario extra debía abonar 0,50 pesetas extra. Los coches también se podían alquilar por horas a un precio de 2,50 pesetas para su uso por hasta tres personas. Cada pasajero extra debía pagar otras 0,50 pesetas como suplemento.
(Las añoradas tartanas)
Tanto el desplazamiento en tartana como en coche tenían un precio especial para los servicios prestados por la noche. De esa forma hasta las doce de la noche había un suplemento del 50 por ciento sobre la tarifa tipo, siendo del cien por cien entre las 12 de la noche y el amanecer.
Si a nuestros convecinos de aquella época les parecía caro desplazarse en esos dos medios de transporte podían optar por moverse en tranvía a vapor. Dentro de los billetes para el tranvía había tres clases disponibles. Un asiento de primera costaba 0,25 pesetas, uno de segunda 0,20 pesetas y uno de tercera solo 0,15 pesetas.
(Las Palma y el Puerto, tan lejos en aquellos tiempos)
Por aquellos tiempos los problemas ligados a la movilidad eran, además del precio, los causados por los “residuos” dejados por los caballos de las tartanas y la gran humareda que desprendía el tranvía que unía el Puerto con Vegueta.
Las tartanas, los coches y el tranvía prestaban servicio a los 44.517 vecinos de los barrios de Vegueta y Triana y a las 10.839 almas que vivían en el Puerto de La Luz.
Hoy Las Palmas de Gran Canaria tiene unos 378.675 habitantes que se desplazan como pueden entre calles saturadas de tráfico a pie, en guaguas, taxis, coches particulares, bicicletas y patinetas. Por lo menos ya no debemos sortear los excrementos de los caballos.
Juan Carlos Saavedra
Escritor, investigador y divulgador de la cultura canaria