jueves. 21.11.2024
Napoleón con sus tropas
Napoleón con sus tropas

A lo largo de la contienda, los mandos fieles al Rey Fernando VII decidieron enviar a dichos prisioneros a los dos archipiélagos bajo soberanía española: Baleares y nuestras islas. 

Se calcula que el contingente que fue recluido en la Isla de Cabrera ascendía a unos 14.000 soldados. Allí se les racionó la comida y el agua, lo que les obligó a llegar a tener que recurrir al canibalismo para poder subsistir. Solo sobrevivieron a tan dramática situación 3.700  franceses que fueron repatriados a Marsella tras la finalización de la contienda.

Mejor suerte corrieron los 1.500 que fueron deportados a Canarias. Ante la imposibilidad de disponer de recursos para alimentarlos manteniéndolos unidos, se decidió repartirlos entre las islas de Tenerife, La Palma y Gran Canaria.

Ejemplar antiguo de Memorias de un Noventón

Domingo J. Navarro en su libro "Recuerdos de un noventón", escrito cuando su autor tenía 90 años y publicado en el año 1895, cuenta cómo los soldados de Napoleón que llegaron a Las Palmas de Gran Canaria fueron alojados en el Hospital de San Martín. A diferencia de lo que ocurrió en Baleares, en palabras del propio Domingo J. Navarro:

"En honor de nuestros abuelos debemos declarar que todos los vecinos, hasta los menos acomodados, acudieron a socorrer a los prisioneros, sacándolos del encierro bajo su responsabilidad y llevándoselos a sus casas, más como hijos adoptivos que como servidores asalariados"

Hospital San Martín

(Imagen: Hospital de San Martín)

Los "prisioneros franceses" devolvieron a los vecinos los favores prestados en el año 1811, cuando la isla fue azotada por una epidemia que obligó a la mayoría de los habitantes de Las Palmas de Gran Canaria a refugiarse en el campo.

Mientras eso ocurría, las tropas de Napoleón no solo cuidaron de las casas y se encargaron de enterrar a los muertos, sino que al regreso de los vecinos (en palabras otra vez de Domingo J. Navarro):

"Nuestros huéspedes franceses habían enjalbegado las casas interior y exteriormente; pero deseando mejorar el aspecto de los mezquinos frontis, pintaron con agua de cola y negro - humo los zócalos, pilastras y cornisamento que les faltaban. Con semejante adorno quedaron todas las casas vestidas de rigurosos luto; y para acentuar el duelo, los chubascos diluyeron la débil pintura, que cayendo a hilos más o menos gruesos sobre las blancas paredes dábales la apariencia de llorar las crueles desdichas y tal vez el abandono de que fue víctima la desgraciada ciudad de Las Palmas"

Domingo J Navarro

(Imagen: Domingo J. Navarro)

Tras acabar la guerra muchos regresaron a su patria pero otros decidieron quedarse aquí dando origen a dinastías canario - francesas que aún perduran.

Domingo J. Navarro definió ese momento como "de duelo para ellos y para el vecindario de Las Palmas".

Seguro que los que volvieron a Francia recordaron durante muchos años el trato recibido en Gran Canaria.

Nota: En los tiempos de Domingo J. Navarro nuestra capital se llamaba solo "Las Palmas", por eso hemos decidido mantener sus palabras intactas.

 

Juan Carlos Saavedra

Escritor, investigador y divulgador de la cultura canaria

www.juancarlossaavedra.com

 

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