Tal y como explica en las páginas de una obra en la que profundiza en otros muchos asuntos insólitos de las islas, desde las observaciones de la isla de San Borondón a los encuentros con espectros y seres imposibles, “el de las llamadas luces populares, uno de los capítulos más apasionantes e intrigantes del catálogo de enigmas que anidan en nuestro Archipiélago. Estamos ante un fenómeno real para el que debe existir, pero aún no tenemos, una explicación convincente. Los testigos se cuentan por cientos y hablan de cómo estas bolas de luz se acercan con aparente curiosidad a los observadores, cambian de forma, tamaño y color, y hasta modifican su comportamiento en base a la reacción de los testigos”, explica González.
Los hachos mágicos o luces de ánimas y brujas, como se les conoce en Canarias, tienen en la Luz de Mafasca, observada principalmente en tierras de Antigua y Betancuria en Fuerteventura, a su máximo exponente. “De hecho -explica González- es posible que no exista en todo el mundo un caso con tantos testigos de calidad y perdurabilidad a lo largo del tiempo como el majorero”. Sin embargo, al igual que un fenómeno similar al de Mafasca se registra en diversos países, también en Canarias existen abundantes referencias en otras localidades a encuentros recurrentes con estas luminarias. “Desde La Vega Abajo en La Gomera, a La Laguna de Valleseco en Gran Canaria, encontramos casos muy llamativos por todas las islas de la aparición de estas luces. En Tenerife destacan las luces de Almáciga y los focos de Martela en Vilaflor, mientras que en La Palma sobresalen por su notoriedad durante décadas los llamados Hachones del Time”, asevera el experto canario.
No le falta razón al autor de Canarias Mágica al resaltar la elevada incidencia con la que estos fenómenos se dan en las islas, donde van de la mano de la creencia de que podían estar relacionados con el efecto de las reuniones brujeriles o la manifestación de las almas en pena de accidentados, víctimas de crímenes o personas que murieron con promesas por cumplir. Un vistazo a la “geografía del misterio” en Canarias revela que estas luminarias -que fueron bautizadas por Jesús Callejo y el Premio Planeta Javier Sierra como “Luces Populares” – parecen una especie autóctona. La encontramos en las cumbres de Tejeda barranqueando hasta alcanzar el Roque Bentaiga, merodeando La Pared de Roberto asomadas a la Caldera de Taburiente, tomando el nombre de Luz de Toledo en La Aldea o Luz del Cardón en Santa Lucía, o inspirando el de Llano de las Brujas en El Hierro. “Están presentes en muchos pueblos, llegando a marcar la toponimia con nombres como Roque de las Ánimas, lomo o llanos de las brujas, Barranco de la Luz, etc…El mismísimo Puerto de la Luz en Las Palmas de Gran Canarias debe su nombre a las reiteradas observaciones de una inexplicable luz hasta bien entrado el siglo XIX”, explica el investigador canario.
¿Simples confusiones con diversos fenómenos naturales? ¿Fraudes? Ni lo uno ni lo otro, al menos para el autor de Canarias Mágica, quien defiende la honestidad de la inmensa mayoría de los testigos y la capacidad de los mismos para identificar y describir, en entornos que conocen muy bien, la naturaleza excepcional de lo que observan. “Sabemos lo que no son las luces populares, ni fraudes ni confusiones, pero ignoramos lo que realmente puede haber detrás. Aunque de cara a la galería quedan bien, las hipótesis que apuntan a fuegos fatuos, destellos, emanaciones plasmáticas o rayos globulares, son incompatibles con la inmensa mayoría de los casos recogidos, algunos de ellos, con contacto físico incluido” concluye González.