Esto supuso el primer contacto con la cultura portuguesa, que nos ha dejado vocablos de dicho idioma en lo que hoy se considera el habla tradicional canario, como son las palabras fechillo, ferruginosa o magua.
Para los cultivos se escogieron zonas de costa, con altitudes inferiores a los 500 metros, en las que existiera la posibilidad de construir riego artificial.
En Gran Canaria la caña se impuso desde Tenoya hasta Gáldar y también en lo que hoy es Las Palmas de Gran Canaria y Agaete.
En la zona sur de estas islas era mucho más difícil obtener el agua, por lo que las producciones eran mucho más pequeñas, como ocurrió en Telde y en el barranco de Aguatona en Gran Canaria.
El auge fue tal que durante la primera mitad del siglo XVI había 12 ingenios en Gran Canaria, cuatro en La Palma, uno en La Gomera y varios en Tenerife, aunque en dicha isla llegó a haber 14 ingenios en 1575.
Para trabajar en los ingenios azucareros se necesitaba mucha mano de obra, por lo que se empezó a traer esclavos negros desde el continente.
Con ellos vinieron también sus creencias y muchos rasgos negroides que se pueden encontrar en la población actual de las islas.
El proceso de la obtención del azúcar se iniciaba moliendo los tallos de la caña de azúcar en molinos movidos por agua o por tracción animal. Luego la molienda era prensada para aprovechar mejor el zumo generado.
Tras la molienda, el producto obtenido se ponía a hervir en grandes calderos de bronce para que adquirieran la textura deseada. Se solía poner en esta etapa un poco de cal para que neutralizara el ácido que contiene la caña.
De los calderos, el producto se pasaba a tinajas donde se removía constantemente para que se enfriara.
En la superficie de las tinajas se iban generando unos cristales que eran recogidos y colocados en moldes para que se fueran solidificando.
Dependiendo de cómo se realizara este proceso se generaban diferentes calidades del azúcar.
Entre el siglo XV y la mitad del XVI, las Islas Canarias vivieron en exclusiva del azúcar. Pero a finales del XVI, la competencia de otros lugares donde era más barato producirla hizo que nuestras islas entrarán en una gran recesión económica.
Las Islas Canarias tuvieron una segunda etapa económica unida al azúcar, que se produjo tras la crisis de la cochinilla a finales del siglo XIX y principios del XX.
Si intentó recuperar su cultivo ante la crisis que se vivía en Cuba y las facilidades de exportación. De esta segunda época aún quedan “chimeneas” que recuerdan nuestra vinculación al azúcar.
Hoy esos restos son “Patrimonio Histórico Industrial”, como es el caso de la chimenea de Los Silos en Tenerife, o la de los Picachos en Telde, Gran Canaria.
Como hecho anecdótico podemos señalar que el azúcar, que nos dio vida, hoy por hoy sigue vigente en nuestra sociedad. Canarias duplica la tasa de diabéticos de la media mundial. En el planeta es de un 7% y en Canarias es de un 15%.
Mi opinión personal es que el gusto por lo dulce nos nació tras la crisis de la caña de azúcar, en la que se consumieron muchos subproductos generados en los ingenios que no tenían salida al exterior.
FUENTE: El azúcar en Canarias (Siglo XVI al XVII) Ramón Díaz Hernández. Colección la Guagua. Mancomunidad de Cabildos – Museo Canario.
Juan Carlos Saavedra
Escritor, investigador y divulgador de la cultura canaria