Esa situación generó una gran frustración entre nuestros ancestros y algún que otro encontronazo entre los indígenas canarios y la “Santa Inquisición”, entidad a la que la iglesia había encargado velar por el cumplimiento de las normas que se dictaban desde el Vaticano.
Uno de ellos se produjo el 12 de marzo de 1581. Ese día la Inquisición procedió a juzgar a Luis Rodríguez, vecino de Vilaflor en Tenerife. El “delito” que se le imputaba fue el haber mantenido una conversación públicamente con otras personas en las que había afirmado que los guanches que habitaron las islas en el pasado y murieron paganos no estaban en el infierno, a pesar de haber muerto sin “ningún tipo de bautismo”. En el acta de su juicio se añade que fue reprendido por mantener esa afirmación, pero que a pesar de ello “lo volvió a decir”.
(Representación de un penado)
Según la inquisición, dichas palabras convertían a Luis Rodríguez en un hereje, por lo que se decidió su arresto. Estando preso este confirmó que él era descendiente de los guanches y para poder superar el trance en el que se vio envuelto se reconoció como “un mozo ignorante” que sabía bien que “el que moría sin bautismo se iba al infierno”.
La Inquisición decidió condenarlo a salir de penitente y a abonar seis ducados “para los gastos del Santo Oficio”.
A pesar de sus declaración en el referido proceso, posiblemente, en la tranquilidad de su hogar y entre sus compañeros nativos, Luis Rodríguez siguió manteniendo su idea de que sus antepasados no estaban en el infierno, sino en el Magec junto a sus menceyes.
Fuente: Textos para la historia de Canarias. Manuel Lobo Cabrera y otros. Ediciones del Cabildo Insular de Gran Canaria. Año 1994.
Juan Carlos Saavedra
Escritor, investigador y divulgador de la cultura canaria