Lo que en el pasado fue un lugar de reconocimiento internacional y de esperanza para muchos enfermos, hoy languidece inmerso en un total abandono, tanto de las autoridades como de los incívicos que deciden pasear por su entorno.
Ya antes de la construcción del hotel–balneario en el año 1868 eran conocidas las propiedades curativas del agua que emanaba en el lugar. Por esa razón se decidió, en la mencionada fecha, construir en una de las laderas del barranco un hotel donde se pudieran hospedar los turistas que acudían a disfrutar de baños sanadores.
El establecimiento hotelero nació en pleno boom de las Islas Canarias como destino de salud. Los descubridores de nuestras grandes cualidades para ofertar la sanación por medio del clima de las islas y nuestras aguas volcánicas, con minerales como el hierro, el gas carbónico o hidrosulfuros, fueron los comerciantes británicos que se establecieron en las islas desde mediados del siglo XIX.
(Entrada al barranco de Azuaje)
Estos aprovecharon los barcos que hacían escala en las islas camino de sus colonias africanas para acoger pasajeros que buscaban un clima mucho más benigno que el inglés. A su regreso, esos mismos buques los retornaban a su lugar de origen.
De esta forma, Gran Canaria se fue llenando poco a poco de balnearios como el de Azuaje, el de Los Berrazales, el del Rincón, el de Santa Catalina, el de Firgas o el de Teror.
En concreto, el de Azuaje estuvo activo hasta el año 1938, momento en que ya se hizo inviable su mantenimiento por la crisis que generó la Guerra Civil y el aislamiento internacional al que se enfrentó el Estado español tras el golpe militar fascista. Ese boicot impidió que continuara la llegada masiva de “enfermos adinerados“ desde Europa, sobre todo de Gran Bretaña.
A pesar del cierre físico del hotel balneario, hoy en ruinas, las gentes del lugar siguieron disfrutando de los baños sanadores de la denominada Fuente Santa, hasta la mitad de la década de los años 50 del siglo XX. En octubre del año 1955, una impresionante riada corrió barranco abajo y acabó con los lugares usados de forma tradicional como “spa” natural y sumió al barranco en su abandono actual.
(Incivismo en Azuaje)
Como dato curioso es necesario señalar que el cultivo a gran escala del plátano en Canarias para su exportación se debió en gran parte a la fama de nuestros balnearios. A finales del siglo XIX visitó las islas Edward Wathen Fyffe, acompañando a su esposa enferma de tuberculosis. Durante su estancia entre nosotros, este emprendedor británico vio las grandes posibilidades que ofrecía el mercado inglés para la comercialización del plátano y decidió fundar la empresa multinacional Fyffes.
El estado actual del turismo con la pandemia mundial que sufrimos es una excusa perfecta para plantearnos, junto a la diversificación de nuestra economía, la vuelta a nuestros orígenes turísticos, ofrecer al visitante “garantía de salud”, gracias a nuestro clima y a nuestra gestión sanitaria de la COVID19.