El insigne político, natural de Telde, falleció el 12 de marzo de 1918, a los 75 años de edad, en Biarritz. En el momento de su muerte era embajador de España en París y Senador Vitalicio. En las esquelas que se publicaron por aquel entonces aparecía relacionado su currículo vitae: académico de Ciencias Morales y Políticas, exministro de la Corona, Caballero del Tesón de Oro, Collar de Carlos III y poseedor de las grandes cruces de la Legión de Honor de Francia, de San Mauricio y San Lázaro de Italia, de la de la Concepción de Villaviciosa, de Portugal y Estrella Polar de Suecia, entre otras grandes distinciones.
El día de su primer entierro, en el lugar donde murió, su cortejo funerario fue sobrevolado por hidroaviones con las enseñas de España y Francia. Al mismo, a pesar de estar Europa inmersa en la Primera Guerra Mundial, asistieron altos representantes institucionales.
Se tardarían 10 años en poder trasladar sus restos mortales a Gran Canaria. Su llegada se produjo el 30 de octubre de 1928, a bordo del vapor “Infanta Beatriz”. Al día siguiente, el cortejo partió del muelle por la “carretera”, ya denominada públicamente como calle “León y Castillo” hacia la Catedral de Santa Ana.
Ese día 31 de octubre, los comercios no abrieron y se suspendió toda actividad laboral, cifrándose en miles de personas los que decidieron acompañar a Fernando León y Castillo en su ultimo paseo por la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.
En vida, este había manifestado su voluntad de ser enterrado en la iglesia de San Juan en Telde, pero este deseo nunca se pudo hacer realidad, ya que las autoridades de la época decidieron que su sepultura estuviera en la catedral de Santa Ana.
¿Verá algún día Fernando León y Castillo cumplida su última voluntad?
Fuente: El entierro de León y Castillo. Sebastián Hernández Gutiérrez. Anroart Ediciones, 2005
Juan Carlos Saavedra
Escritor, investigador y divulgador de la cultura canaria
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