Podemos afirmar que en nuestras islas esas leyendas se han ido dotando de un carácter propio. Esa particularidad se inicia con la diferenciación que se dio en Canarias entre “brujas” y “hechiceras”.
Como ya señalamos, las “brujas” son aquellas mujeres que pactan con el diablo, lo que supone la ruptura con la religión cristiana y sus postulados. Las “hechiceras”, por el contrario, adquieren poderes como el de la adivinación, la cura de enfermedades o el de hacer que dos personas conserven su amor sin “apartarse” por ello de la fe.
(Imagen prototipo de las brujas foráneas)
Las hechiceras, por tanto, pueden hacer “trabajos” positivos de cura y actividades destinadas a hacer el mal a determinadas personas. Las “brujas” nunca podrán hacer el bien usando sus conocimientos ya que eso va en contra de los designios de “su patrón”, el mismísimo diablo.
Mientras que la hechicería estuvo presente en nuestras islas desde tiempos inmemoriales, dando por hecho que los conquistadores otorgaron ese título a las Maguadas indígenas, la “brujería” llegó a Canarias bastante tarde.
La prueba de ello la encontramos en los trabajos estadísticos realizados por Francisco Fajardo Spínola.
En el periodo comprendido entre 1499 y 1714 fueron denunciadas por hechicería 1.136 mujeres frente a 109 hombres.
(Un libro imprescindible para conocer la hechicería y brujería en Canarias)
No será hasta el año 1529 cuando aparece el término bruja en las actas de la Inquisición, coincidiendo con el inicio de la llegada de pobladores foráneos a las islas. Por tanto, nuestra tradición mágica estuvo en esos años marcada por actividades de hechicería y no de brujería.
Otra diferenciación entre “nuestras brujas” la encontramos en el contenido de las historias que se cuentan sobre sus actividades. Lejos de acciones malvadas contra vecinos, los “cuentos de brujas canarios“ en su mayoría apuestan más por el humor que por la maldad.
(Baladero o Bailadero, ¿lugar de encuentro de hechiceras en Telde?)
Un ejemplo lo encontramos en uno rescatado en Telde. Una señora mayor, con “poderes de bruja” pregunta a un carbonero el precio de su mercancía. Una vez que lo conoce va a su casa a buscar el dinero, pero el vendedor ahora ha subido el valor del carbón. La “buena señora echa una maldición” al comerciante y este cuando intenta regresar a su casa es rodeado por una extraña niebla que hace que se desoriente. Cuando por fin llega a su vivienda su esposa lo recibe llorando ya que llevaba días desaparecido, aunque para el carbonero solo habían pasado pocos minutos.
Mas que “típicas brujas” nuestras mujeres de poder parecían “señoras” que se divertían “bacilando” con sus víctimas.
Juan Carlos Saavedra
Escritor, investigador y divulgador de la cultura canaria