Según la Academia Canaria de la Lengua, el «mueble u obra de mampostería donde se coloca la talla o el bernegal y generalmente una piedra para destilar el agua», es un tallero. (El «Gran Diccionario del Habla Canaria», de Alfonso ÓShanahan, publicado en 1995 por el Gobierno de Canarias y el C.C.P.C., recoge la acepción «tayero», con y).
En 1987, Pepa Aurora publicaba, coordinaba y escribía el proyecto «El Tayero» con el objetivo, entre otros, de «cultivar la estética del lenguaje» y «acercar al niño —y a la niña—, a su entorno más cercano».
Hace unos días la autora de Gran Canaria, la mujer del sur, la que jugó con las lagartijas en el barranco, la que narró historias de coquitos en Ingenio, la que vivió con las ardillas en Fuerteventura, la hacendosa recuperadora de leyendas y relatos, la que cuenta cuentos y su voz te deja lelo, la que me llamó «chinijo» y me hizo sonreír, la maestra, recibe el premio del Cabildo Insular, con el «Can de Plata a las Artes».
El reconocimiento merecido y tardío a Pepa Aurora es el reconocimiento a la literatura que leen los niños y las niñas que se escribe y edita en Canarias. Es la valoración de la literatura con mayúsculas, producida con sentido y belleza, con delicadeza y pasión, con esfuerzo y dedicación, con cuidado y esmero.
Para escribir literatura infantil y juvenil hay que ser muy honesta con una misma. Y Pepa Aurora lo es cada vez que defiende su habla, su manera de entender la vida y la cultura como espacio de encuentro y transformación y de la educación como medio para llegar al encuentro con la vida.
El tayero destila el agua para que pueda ser consumida. Es lo que nos ha sucedido a muchos de los lectores de los libros de Pepa Aurora: todo queda más claro después, cuando el alma rezuma las páginas de un libro y nace la literatura.
Gracias Pepa.
Daniel Martín
Maestro, narrador oral y escritor
www.danielmartincastellano.com