En general, las personas ansían tener una salud sexual plena, pero primero cada cual debe plantearse qué concepto tiene de la sexualidad. Cómo la vive, expresa, siente, y pararse a analizar si realmente le dedica tiempo, la cuida, se adapta a cada etapa de la vida y sus cambios, cuida su cuerpo, lo mira, lo mima, observa, lo conoce, se conoce, sabe sus gustos y los transmite. Analizar qué balance hace de sus experiencias sexuales, si cambiaría algunas, por qué, qué aprendió de ellas, qué ideas tenía y ha variado con el tiempo, qué creencias tenía y ha modificado, cuáles le gustaría dejar de lado… Conocerse requiere dedicarse tiempo.
Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), “La salud sexual es un estado de bienestar físico, mental y social en relación con la sexualidad. Requiere un enfoque positivo y respetuoso de la sexualidad y de las relaciones sexuales, así como la posibilidad de tener experiencias sexuales placenteras y seguras, libres de toda coacción, discriminación y violencia”. Con este planteamiento en mente, veremos que no solo se trata de la parte física, de genitales, de juntarlos. Va mucho más allá. El bienestar físico se logra cuando te conoces plenamente en todos los planos, los cuidas, sabes tus gustos y sabes trasmitirlos sin miedo. Cuando a pesar de creer que algo no es posible para ti, aceptas tener una mirada curiosa y probar si te apetece algo distinto poniendo los límites que consideres. Buscas y encuentras un equilibrio general. Sin olvidar el plano psicológico, tu parte emocional, el autoconocimiento, porque todas las posibles inseguridades, miedos, dolores por heridas anteriores en el plano íntimo, no haberte sentido amado o amada pueden aflorar en tus relaciones personales y en los encuentros eróticos.
Cada persona elabora su propia vivencia de la sexualidad y es única. Esa sexualidad irá evolucionando a la largo de la vida y será distinta según la etapa que se viva. No es lo mismo la necesidad de un bebé, un niño o un adolescente a las necesidades en etapa adulta o las propias de la vejez. La sexualidad irá cambiando y transformándose, al igual que lo hacemos cada uno de nosotros. En estos cambios, la capacidad de adaptación es un buen aliado. El proceso de aprendizaje relativo a la sexualidad comienza de manera individual, cada cual evoluciona y se conoce y posiblemente se pase a un aprendizaje en pareja. Ya en pareja, deberán conocerse poco a poco y mejorar en equipo esa parte íntima que antes cada cual vivía por separado con su propio estilo y forma y que ahora hay que ponerlo en conjunto. En ese momento pueden aparecer las dificultades, como por ejemplo dificultades en el deseo sexual, en la excitación sexual, en los orgasmos, por molestias o dolor, por enfermedad o inducido por sustancias. Pero tranquilo, que no cunda el pánico; nada que no sea salvable si ambos ponen de su parte o buscan ayuda de un profesional si solos no consiguen superar esa dificultad.
Siendo conscientes de que todos queremos gozar de una sexualidad plena, el deseo una vez estamos en pareja es que esta parte de nuestras vidas aporte alegría, tranquilidad, equilibrio, felicidad, satisfacción, etc. La sexualidad plena hay que cultivarla y cuidarla para que no se convierta en fuente de malestar, discusiones de pareja, desequilibrio y un quebradero de cabeza más. ¿Quiénes son los máximos responsables de ello? Ustedes, cada componente de la pareja. Como siempre les animo a charlar más, hablar sin miedo, sin vergüenza, desde el humor, desde la ironía si les gusta más, desdramatizando, sin juicios, con esa mirada curiosa que tienen los niños, dejándose sorprender o queriendo investigar, por qué no…. Busquen entre ambos la manera para que la sexualidad de la pareja aporte en positivo. Pongan ganas y voluntad, son los máximos interesados en que este aspecto de la vida fluya. ¡Ah! Tengan siempre presente el humor. ¡Hasta pronto!
Rut Mónica Díaz
Sexóloga
@keepcalmmamaessexologa