Cuando por distintos motivos caemos en la búsqueda de emociones placenteras, se llega al consumo adictivo. Ver pornografía genera placer que, a su vez, está modulado en el cerebro por la hormona de la dopamina. ¿Cómo funciona? Sencillo. Si yo quiero ver pornografía, ya sólo con imaginarlo aumenta el pico de dopamina, llegará a su punto más alto cuando veo pornografía, quizás me masturbo a la vez, quizás llego al orgasmo y acto seguido la dopamina comienza a bajar y generará una sensación de vacío y por consiguiente querré más.
Así queda generada la necesidad de seguir consumiendo pornografía, y este acto repetido consigue que cada vez el consumo se vuelva más repetitivo, hasta llegar a consumir pornografía a diario y durante horas. Si tenemos en cuenta que los fármacos que se están utilizando para tratar la adicción a la cocaína y heroína son los que se utilizan también para tratar la adicción a la pornografía, quizás nos daremos cuenta de la importancia que tiene detenerse a pensar sobre este tema, sobre todo cuando hay hijos en casa con móvil, tablet, ordenador y sin supervisión de adultos. No se gestiona igual el visionado de ciertas imágenes con 10 años que con 40 o 60, al igual que la madurez no es la misma.
El erotismo nada tiene que ver con la pornografía. El erotismo es un valor, en la pornografía se hace uso de ese valor para el mercadeo. Detrás hay una gran industria y muchos intereses en captar adictos, cada vez de más corta edad a través de vídeos, videojuegos, imágenes, aplicaciones…
Es difícil reconocer esta adicción a la pornografía. Las personas adictas no quieren manchar su imagen e incluso en ocasiones les cuesta reconocer la adicción amparándose en que en su círculo de amistad o cercano es normal. Hasta que sus vidas giran en torno a ello y en cada hueco muerto del día buscan ese ‘chute de dopamina’, sin plantearse cuál es el vacío que se intenta cubrir.
Peter C. Kleponis, psicólogo estadounidense que ha estudiado muchísimo sobre la pornografía, comenta cómo hay, entre más de la mitad de las parejas americanas separadas, un amplio porcentaje en el que el marido es consumidor habitual de pornografía y la mujer pasa a ser un objeto. ¿Qué sucede con esto? Surgen peticiones por parte del consumidor de pornografía que tratan de imitar una conducta visionada, no tanto un deseo propio. Se trata de llevar a cabo un sexo rápido, a veces brusco, basado en unos pasos a seguir que nada tienen que ver con un encuentro satisfactorio y con acuerdos que vienen desde el imaginario de ambos y desde el deseo hablado de los dos componentes de la pareja.
El encuentro erótico de la mujer va a un ritmo diferente al del hombre y, o se habla de esto, se expresa, incluso se enseña, o se va por un camino equivocado. Partiendo de esa diferencia en ritmo y también en modos de vivir el encuentro, si el hombre llega a ese encuentro tomando como base el ejemplo de la pornografía es complicado que de ahí salga un tipo de encuentro satisfactorio para ambos; es más, cabe la posibilidad de que en la mujer disminuyan las ganas de tener encuentros eróticos si ve que esas van a ser las maneras.
Volveré a tratar este tema porque afecta cada vez más a niños y adolescentes que toman como modelo conductas que no lo deberían ser. Mientras, no dejen de ponerle humor a todo. Fluyan y disfruten de los encuentros sin olvidar la comunicación activa, empática y asertiva. ¡Hasta pronto!
Rut Mónica Díaz
Sexóloga
@keepcalmmamaessexologa