Las expectativas que en general se vuelcan sobre el orgasmo y alcanzarlo, sí o sí no van de la mano con lo que suele suceder y con lo que se siente durante el encuentro. A veces por lo que nos han contado, leído en ciertas novelas, visto en alguna que otra película en la que todo fluye y ¡magia! Siempre hay orgasmo ¡y a la vez! ¡Guuuuau! ¿Qué sucede? Se llega al encuentro con un esquema mental que puede alterar la dinámica del mismo y que si se viviera sin esos condicionantes fluiría de forma natural. El encuentro pasa a ser, en ocasiones, una especie de prueba y fuente potencial de problemas o conflictos.
El orgasmo es una de las partes que se desarrollan en el coito. El coito sería el diseño del encuentro en cada pareja dentro de la relación que mantienen. Tomando esto como base, sin descontextualizar las fases y teniendo en cuenta que el coito no radica únicamente en la penetración, se quitarían de un plumazo todos esos problemas que surgen y que pueden terminar por obsesionar y preocupar. Mejor no hablar de trastorno del orgasmo y averiguar qué sucede en torno a él, el antes, el durante y el después.
La variabilidad del orgasmo es múltiple, cada mujer y hombre lo viven de una manera. Las formas de excitarse y alcanzarlo varían dependiendo de cada persona, situación y la propia vivencia de la sexualidad. Aquí la historia sexual de cada uno es importante, cómo cada componente de la pareja se autoerotiza, cuánto se conoce a sí mismo y sus gustos eróticos, sus vivencias positivas y negativas anteriores, etc., infinidad de variables que ambos componentes deben tener en cuenta y en ocasiones trasmitirlas y comunicarlas si notan que el encuentro no fluye como desearían. Volvemos a la importancia de la comunicación.
Llegamos a una de las trampas generada por la falta de comunicación: fingir. ¿Por qué fingir? ¿Cuál es la finalidad? ¿Qué se consigue? En ocasiones la mujer que no consigue llegar al orgasmo opta por fingirlo, y las motivaciones son muy variadas: acabar lo más rápido posible con una situación de la que no está disfrutando, se siente culpable ante algún comentario sobre lo mucho que tarda o sobre que no llega, cumulo de encuentros en los que no ha disfrutado y tampoco lo ha comunicado, repetición de patrones que conoce del entorno…
Si respondemos a qué consigue con ello es: NADA. Hará creer a la otra parte que todo va bien tomando como atajo fingir. La otra parte dará por buenos los encuentros y su conclusión es que no hay nada que mejorar. Se aumenta en ella el nivel de frustración, disminuyen a su vez las ganas de más encuentros porque ya va condicionada por lo sucedido en los anteriores. Posiblemente la relación se vea resentida por toda esta vivencia.
A nivel físico, en algunas mujeres esta situación continuada en el tiempo genera congestión pélvica por la vasocongestión mantenida, podría sentir dolor en la zona abdominal que se agudiza durante el coito y sostener esta situación podría generar sentimientos de ansiedad y tristeza. Mi pregunta es: ¿Compensa? Puede ser que ayude más comunicar cómo nos sentimos, lo que nos gusta, cómo nos gusta, lo que nos apetece, lo que no… Podría ser que hacer cómplice a la pareja del encuentro y ‘trabajar en equipo’ ayude a una relación y encuentro más sano y satisfactorio. Si eres de las que finge, prueba el plan B: ¡no finjas! Comunícate, exprésate más y sigue sin olvidar el humor. Hasta pronto.
Rut Mónica Díaz
Sexóloga
@keepcalmmamaessexologa