La convivencia no es sencilla, y todos sabemos que la relación de pareja puede pasar por muchos momentos cuando se convive. Ahora sumémosle hijos a esa convivencia: hay que reajustarlo todo y ese reajuste puede traer sorpresas inesperadas, posibles cambios en la prioridades de ambos, posibles desencuentros por falta de acuerdos y suma y sigue. En esa dinámica puede que sientas que estás en un terreno que antes era especial y que se ha convertido, no sabes cómo, en un campo de minas donde en cualquier momento pisas una y ¡boooom! Explotó la otra parte o explotas tú.
¿Por qué se explota? Seguro que lo sabes. Porque antes no has comunicado, has callado, has pasado, parecía que no era trascendental ¿Para qué poner límites? "Bueno, es algo puntual, no creo que pase de nuevo, por una vez, tampoco es tan importante, bla, bla, bla". Y con esas excusas, no se trasmite, no se comunica, no se ponen límites y se forma una maraña que….hay que deshacer, y ese trabajo que no se ha ido haciendo habrá que hacerlo para que la relación vuelva a su cauce, a su estabilidad y equilibrio. ¿Alguien puede vivir un día a día bajo el estrés de un ‘booom’ en cualquier momento? ¡Cuidado! Porque algunos pasan en público, esos ya son de campeones, no esperar a la intimidad del hogar. ¿Qué culpa tendrán los transeúntes, verdad?
Este clima no es el terreno más fértil para que la pareja genere unos vínculos afectivos positivos y como intuirás, para que los encuentros eróticos sean deseables y placenteros. ¿Qué puede suceder? Que las muestras de afecto se apaguen poco a poco, se dejen de lado las palabras cariñosas, los besos, los abrazos, incluso hay parejas que dejan de disfrutar de la compañía del otro y ya es decir. Se puede pasar a faltas de respeto más o menos encubiertas, dejar de admirar al otro, perder la cortesía, hacer ver que te importa bien poco su opinión. Dejas de apoyar a la otra persona, estás más ausente que presente, no te interesas por cómo ha sido su día, no contribuyes con la pareja, de manera que le ahorras tiempo o esfuerzo con simples detalles del día a día. No seguiré la lista, pasaré a ella en positivo pero, te animo a que vuelvas a releer este párrafo fijándote en la letra negrita y ahí tendrás algunas claves para mejorar la relación.
Es necesario un sentimiento de complicidad, sentirse apoyado, respetado y comprendido por el otro. Si la convivencia, intríngulis incluidos, es equilibrada y goza de armonía, los encuentros eróticos se nutrirán de esa energía. Cualquier momento de malestar o conflicto tiene un inicio y un fin, o al menos debe tenerlo. Se debe cuidar el no caer en la monotonía, en el alejamiento emocional, estando atentos al bienestar del otro, comunicando de manera asertiva, no tomando lo que nos dicen como veredicto si no como aspecto a mejorar, no reprochándole a la otra parte, siendo compasivos porque cada cual "está lidiando su propia batalla". Se puede dar una opinión sobre lo que cada uno considera mejorable en el aspecto de la convivencia y en el íntimo. A la vez, se pueden aportar soluciones, ideas, deseos, con la intención de trabajar en equipo, de cooperar. A veces hay que dejar el orgullo de lado y pedir perdón, otras solo se trata de decir más alto “gracias” y que la otra parte se sienta así apreciada. Y por supuesto con un buen clima, independientemente de si hay hijos pululando por casa, hay que "obligarse" a buscar el ratito único para la pareja. Un fin de semana fuera, un cine solos y, al llegar a casa, lo que surja, un paseo con ducha y lo que apetezca, no salir de casa pero recrear una escena que a los dos les inspire para terminar en encuentro erótico. Se trata de comunicar para llegar a buen puerto. Es importante, también, mantener ese espacio intimo de la pareja, esos encuentros disfrutados vividos y sentidos. Ya me contarás si te funciona: comunicar más. No te olvides el humor bajo la almohada. ¡Hasta pronto!
Rut Mónica Díaz
Sexóloga
@keepcalmmamaessexologa