La nostalgia después de los treinta
Muchos recuerdos, muchas experiencias y mucha nostalgia. Eso es lo que esta semana ha vivido nuestra compañera Zeneida con su grupo de amigas
Hace una semana que cumplí treinta y ocho años (muchos dicen que no los aparento) y llevo al menos cinco días “debatiendo” con mis amigas el titular de este artículo. ¿Por qué?, se preguntarán.
Todo comenzó una tarde de jueves en la que estaba tomando un café con una amiga. Al terminar, cogí mi móvil y tenía más de noventa mensajes en mi grupo de chicas. “Ha tenido que pasar algo”, le comenté a quien estaba conmigo. Pero no, queridos lectores, no había pasado nada, al menos nada malo.
Mis chicas se habían puesto nostálgicas. Cuando abrí el chat estaba lleno de fotos de antiguas muñecas, ésas con las que jugábamos soñando con ser muchas cosas. Desde aquellas tipo bebé que nos permitían ser mamás o pediatras, hasta la clásica Barbie que todo lo puede. Somos siete chicas en el grupo. Muchos juguetes y muchos recuerdos.
Sin darnos, cuenta pasamos de los juguetes a las notitas de clase, que algunas de nosotras intercambiamos para hacer más llevaderas las tediosas lecciones de mates, hasta intentar recordar, con quienes han sido mis amigas desde los cuatro años, con quién jugábamos a cada cosa.
Fue una conversación bonita. Y entonces pasó, que les dije “gracias, chicas, me habéis dado ideas para mi próximo artículo”. “Le llamaré La nostalgia de los casi cuarenta” y así empezó el debate. La cifra que nos persigue, ya casi pisándonos los talones, no parece hacernos del todo gracia. Nos encanta cumplir años, celebrarlo, pero que las cifras cambien... pues no lo llevamos bien, a pesar de que estamos en la flor de la vida y lo sabemos.
Yo me he inventado una teoría, y es que nuestra generación debe quitar siempre diez años a su edad real, y las tengo a todas convencidas de que lo leí en alguna parte (¡uy, pillada!) y que entonces nosotras vamos en realidad camino de los treinta.
Sea cual sea la edad, la nostalgia resulta inevitable. Nuestras vidas han cambiado, algunas están más ocupadas, otras más libres, pero lo más importante de todo es que, sea con treinta, con cuarenta o con cincuenta, aún tenemos la capacidad de sentir esa bonita añoranza cuando recordamos nuestra infancia, cuando vemos fotos de las muñecas con las que jugábamos, y para mí, lo mejor de todo, es poder tener la inmensa suerte de tenerlas a ellas para compartirlo.
La nostalgia es buena, siempre que no nos quedemos a vivir en ella. Si te pasa, la mejor de tus suertes es que una mano amiga te ayude a salir de ella.
Zeneida Miranda
Periodista
@ZeneidaMirandaS