Sin barba pero con pelo
Soy una mujer anti barbas, ¡qué se le va a hacer! Para gustos, colores; para olores, flores; y para matar mi libido, barbas. No entiendo qué tienen de atractivos los pelos en la cara. Vale, quizás unos pocos de unos días que le den al susodicho un aire interesante o un cruce de desaliñado con galán de culebrón lo podría soportar. Pero esas barbas que les hacen parecen náufragos recién rescatados, ¡eso no!
¿Qué otra cosa hace descender mi libido hasta menos dos? ¡Los metrosexuales! Ojo, una cosa es ir bien aseado y arreglado y otra muy distinta es que siempre lleguen tarde porque están planchándose el flequillo, poniéndose contorno de ojos, arreglándose la barba...¿ves? Si no la llevaran ese tiempo que se ahorrarían. Lo siento, seré muy extraña pero no puedo soportar quedar con un chico y que lleve las cejas y la piernas mejor depiladas que yo. ¡Anda, hoy no mojas, por metrosexual extremo!
Otra cosa que me corta el rollo es un hombre que no sepa mantener una conversación inteligente. “¿Oye qué piensas de la gestión de la pandemia? Que Sánchez es bobo” ¡Y tú también no te fastidia! Menudo argumento de patio de colegio.
Ojo, no hablo aquí del nivel de estudios, que eso no tiene por qué influir. Eso no es algo que nos defina para bien ni para mal, que hay muchos listos que no han pisado la universidad. Hablo de poder mantener una conversación que vaya más allá de las horas que pasa en el gimnasio o lo cara que está la ropa de verano. ¿Hola? No pedimos tanto: comprensión, fidelidad, cariño, conversación y fuera barbas.
Sin duda, otra de las cosas, querido amigo hombre, que puede hacer que te vayas a tu casa con las ganas es el hecho de pedir a una mujer que adelgace. Te pongo en situación: estáis cenando, ella picotea un poco de pan mientras esperáis que os traigan la bebida y tu cara se arruga, ¡no, no, no! ¿Te crees que no te ha visto? Pues sí, pero bueno, ésta te la deja pasar. Llega la hora de pedir la comida y a ella, que posiblemente ya lleva toda la semana a lechuga y agua, no le apetece comer sano esa noche, ¡de eso nada!. Así que esta vez sí que te planta la mosca: “¿Tienes algún problema?" - preguntará tratando de no olvidar que es una señorita. “No deberías pedir pizza, se te va a ir toda a las caderas, podría recomendarte un dietista que....” y ¡zas! Te quedas hablando solo después de recibir (en el mejor de los casos) un servilletazo en la cara.
Esa creencia popular que existe de que los hombres siempre están dispuestos para el sexo pero las mujeres no, ¡es mentira! Nosotras también queremos, solo que a veces ellos nos hacen echarnos atrás.
Zeneida Miranda
Periodista
@ZeneidaMirandaS