Adictos al bisturí
Llega septiembre y con él muchas cosas nuevas. Es casi como un segundo enero. Y una de las cosas que trae este mes es la vuelta a la parrilla de los programas de televisión habituales y sus presentadores, en teoría.
¿Por qué digo esto? La vuelta a la televisión de la conocida como “reina de las mañanas” está dando mucho de qué hablar. Sí, sí. Hablo de la popular periodista y presentadora Ana Rosa Quintana, quien parece (ella seguramente lo negará, como Pedro a Jesucristo, tres veces, o tres millones) haber pasado por el quirófano para hacerse unos retoques durante este caluroso y extraño verano de 2020.
Pero es que... ¡No parece ella! Según su biografía en Google, la presentadora tiene sesenta y cuatro años, podemos creérnoslo o pensar que se ha quitado alguno por el camino. Y desde hace muchos, está obsesionada con parecer más y más joven al volver de las vacaciones.
Siempre me ha parecido una mujer muy guapa, por lo que me aterra lo que hace a su propia imagen solo por querer aparentar menos edad.
Sin embargo, no es la única. El mundo de la televisión y el papel couché está lleno de personas que no aceptan el paso de los años y se meten en los quirófanos en busca del secreto de la eterna juventud. Mucho ha evolucionado la cirugía desde que la dicharachera Carmen Sevilla mostraba al mundo cómo se estiraba las arrugas del cuello y las recogía con un esparadrapo en la nuca.
La obsesión por la belleza y la juventud no es solo asunto de mujeres. No, no, no. Cada vez son más los hombres que se convierten en adictos al bisturí para, en su mente, estar más guapos, parecer más jóvenes o resultar más atractivos. Todo es discutible. Miren el caso de Kiko Matamoros.
Matamoros, contemporáneo en edad con Ana Rosa (63 años), se ha sometido a tantas operaciones estéticas que parece un muñeco, una burla de sí mismo. ¿Con qué fin? Ni idea, quizá para sentirse a la altura de su joven novia, que tiene veintitrés tersos y estirados añitos.
Menos aún alcanzo a entender cuando quienes tienen fijación por el bisturí son personas muy jóvenes. Aumentos de pecho, ácido hialurónico en labios y cualquier lugar donde sea inyectable, liposucciones... Respeto a quien lo hace porque no pueden vivir con un complejo que les supone daños psicológicos, pero no entiendo a quienes lo hacen por pura estética.
¿Cuál es la finalidad? ¿Aumentar el ego? ¿Tapar inseguridades? ¿Gastar dinero por gastar? Les invito a reflexionar conmigo y tratar de encontrar una respuesta a por qué existen tantos adictos al bisturí.