En estos momentos se apañan. Como se hace en las aulas en el día a día, o en las clases de Educación Física, o en las áreas artísticas, o en los recreos que, en algunos casos, no lo son tanto.
Que haya empezado el curso, que hayamos expuestos a miles de funcionarios a trabajar en unas condiciones más bien dudosas, con miles de niños y niñas, no significa que no esté sucediendo nada y todo esté «resuelto». Podría dar la sensación que la escuela, los equipos docentes —con los directores, jefes de estudios y secretarios al frente—, han doblegado al virus y han dominado a la pandemia.
Los trabajadores y trabajadoras de las escuelas tienen los mismos derechos que cualquier otro que se protege detrás de una mampara y que recibe a los ciudadanos a uno coma cinco metros de distancia después de haberse enjuagado las manos, como debe ser.
Es paradójico que una directora de un centro escolar tenga que estar a disposición los fines de semana sin ninguna compensación, fuera de su horario lectivo, o que tengan que entregar la documentación en la administración educativa, pidiendo cita y guardando unas medidas de seguridad, como debe ser, y que luego no exigían esas mismas medidas en los centros escolares siendo la misma administración.
En marzo de 2019, más de ocho millones de alumnos y alumnas de todo el Estado pasaron en apenas unas semanas a recibir clases no presenciales. Un esfuerzo en el que se involucraron las familias y, sobre todo, los más de ochocientos mil docentes de enseñanza general.
Y durante este curso, más o menos el mismo alumnado y el profesorado han iniciado una carrera de fondo que va a durar nueve meses. ¿Quién se va a ocupar de los que se han tenido que parar en el camino o de los Equipos Directivos que ya se están planteando su renuncia? ¿Estamos en disposición la escuela canaria de perder a activos tan valiosos?
Espero que los responsables de la Consejería de Educación hayan previsto avituallamientos emocionales para preservar la salud de sus trabajadores y trabajadoras; imagino que se han elaborado planes especiales para la atención psicológica y pedagógica de los docentes, quiero pensar que mis compañeros y compañeras no están abandonados a su suerte.
Existen muchas personas que participan en la vida de los centros escolares que no están presentes en las aulas, pero que su trabajo es necesario. Me refiero a los equipos de orientación, a los docentes en comisiones de servicios que realizan funciones de formación y asesoramiento, a la inspección educativa, a las direcciones generales, a las responsables municipales... Todos ellos y ellas conforman el universo al que llamamos de manera genérica «comunidad educativa».
Ahora es el momento de demostrarlo.
Y solo hay una manera de hacerlo.
Daniel Martín
Maestro, narrador oral y escritor
www.danielmartincastellano.com