Las hermosas montañas que se divisan desde la carretera en el trayecto que lleva a Fataga anuncian ya que el encanto de este pequeño pueblo del sur de Gran Canaria va más allá de lo pintoresco. Este es un rincón plácido y delicioso, de casitas blancas bien conservadas, de pequeñas y estrechas calles y de flores, muchas flores, que adornan esta aldea encaramada en lo alto de un valle con el mismo nombre y rodeada por barrancos, pinos y un palmeral frondoso y único.
Excursión en camello por el valle de Las Mil Palmeras
Tejas, palmeras, balcones de madera y tierras fértiles asoman en medio de un paisaje evocador donde la vida se vive sin prisas, casi como antaño. Quien quiera dejarse envolver por esa atmósfera debe perderse por sus callejuelas empedradas, visitar su única iglesia, la de San José, su museo o su antiguo molino de agua. Más turísticos son sus restaurantes y tiendas de souvenirs y el recorrido en camello por su barranco, también conocido como valle de Las Mil Palmeras. Una excursión exótica en un paisaje con unas vistas de vértigo.
Fuente: Canarias.es