¡No, no, no, no puedo, me duele! El vaginismo
Cuando el dolor imposibilita disfrutar tanto como deseamos, cuando el miedo quizás se ha instaurado en nuestra mente, cuando pensamos que no lo podemos controlar, cuando vemos que necesitamos cambiar algo, es el momento de pedir ayuda y trabajar en ello
Vamos con otra posible dificultad con la que se puede encontrar una mujer durante sus encuentros eróticos. Cuando los músculos pubococcígeos –los músculos del suelo pélvico encargados de mantener la posición adecuada del útero, recto y vejiga- presentan un aumento del tono muscular que deriva en estrechez en una parte de la vagina puede suceder que al intentar la penetración sea imposible o muy difícil de conseguir, generando dolor. Pueden darse espasmos musculares en la entrada de la vagina. En este momento, no es fácil conseguir la relajación adecuada y la apertura vaginal precisa para recibir al pene. Se sentirá un dolor intenso con el simple intento de la penetración, el dolor puede ir acompañado por el mecanismo defensivo de cerrar las piernas, alargar los brazos hacia la pareja con el fin de separarlo de su cuerpo y parar la acción. Dependiendo de la persona puede sentir tensión en la zona pélvica y muslos, aumenta la sudoración, posible taquicardia, todo ello se acentúa con los intentos de penetración.
Para reconocer el grado de afectación solo debes hacerte preguntas, aunque estoy segura de que tú misma sabes dónde te sitúas por cómo te afecta en tus encuentros eróticos. ¿Sientes dolor cuando intentan penetrarte pero la penetración es posible? Sería un vaginismo leve. ¿Sientes dolor al intentar la penetración pero lo consiguen con dificultad? Estaríamos ante un caso moderado. ¿Sientes dolor al intentar la penetración, es imposible? Este sería un caso severo. Probablemente en este último caso contraes los músculos de tal manera que no consigues introducir un dedo, no has usado un tampón nunca, la visita al ginecólogo te la saltas lo que puedes y en la exploración lo pasas fatal o requieres de anestesia para llevarla a cabo.
Y ante todo este cuadro diré: "tranquilas que todo tiene solución". Porque esta reacción de los músculos pubococcígeos puede ser una respuesta condicionada, aprendida o involuntaria y, en cualquiera de los casos se puede trabajar en ella. Piensa si esta reacción la has experimentado desde el inicio de tu vida sexual, ¿la primera vez que intentaste el coito te sucedió? ¿Puede ser entonces que el miedo por lo que sentiste aquella vez generara un rechazo ante la práctica y una idea no cercana a la realidad? ¿Pudo tener algo que ver la inexperiencia de la pareja o de uno de los dos en esa primera vez que marcó? ¿Qué visión tienes de la sexualidad? Las creencias y los mensajes recibidos influyen, es importante plantarse este aspecto. Una crianza rígida, algún castigo recibido por estar experimentando durante la infancia que hizo que lo relacionases con algo negativo y sucio. Demasiados mensajes sobre la prevención del embarazo no superados. Por otro lado, están aquellas mujeres que presentan esta reacción de repente, habiendo tenido una vida sexual plena. También deben hacerse preguntas para averiguar por qué de repente ha variado esa parte del encuentro erótico.
Hay mujeres que, disfrutando de unos encuentros eróticos divertidos en los que incluyen masturbación, erotismo, diversidad de juegos, caricias, sexo oral, llega el momento de la penetración y es irrealizable. Del otro lado están las que rehúsan del juego, del erotismo, sienten aversión por el sexo oral, por ejemplo, la masturbación la dejan solo para hombres y desde este escenario quieren gozar de una penetración que se les hace imposible, llegando a evitar cualquier tipo de preliminar pero deseando el coito porque es su única vía para procrear. En ambos casos, deben hacer un autoanálisis para investigar el origen, el motivo por el cual deseando una penetración se hace imposible.
Debes descartar que lo que te está sucediendo no tenga un origen orgánico, que no exista tumor pélvico, doble vagina, himen imperforado, déficit de lubricación, infección en la zona. En ese caso se pasaría a trabajar el conocimiento que tienes de tus genitales. ¿Has utilizado un espejo y te has observado los genitales? ¿Los conoces, los has tocado? Aprender a reconciliarse con esa parte del cuerpo, a vincularse, a darle el lugar que merece. La zona que está ahí abajo es igual de importante que el resto de tu cuerpo, debes conocerte bien. Conócete de arriba abajo, enterita.
Un gran aliado son los ejercicios de Kegel: contraer y relajar la musculatura de tu vagina, pues ¡es una estupenda gimnasia en este caso! Ahí descubrirás cuándo tu vagina está relajada y cuándo no. Una vez te observes y te des permiso para quererte de arriba abajo, te tocará disfrutarte. Quizás la mejor manera es estar relajada y la masturbación, el autoerotismo te será de gran ayuda, es un momento de diversión/excitación y por lo tanto la lubricación vaginal facilitará a la hora de comenzar con la introducción de un dedo. Este es el trabajo que puedes hacer tú sola. Sería muy positivo encontrar un lugar donde con el acompañamiento de un fisioterapeuta del suelo pélvico comiences progresivamente con dilatadores de distintos tamaños. Luego se debe hacer un trabajo en pareja hasta llegar a superar esa reacción corporal y conseguir la penetración sin dolor. De nuevo, te he dejado unas pinceladas que espero te ayuden. Te recuerdo que le sigas poniendo humor a todo. ¡Hasta pronto!
Rut Mónica Díaz
Sexóloga
@sexologarutmonicadiaz