Los textos y dibujos han sido elaborados por alumnado de 6 a 12 años en las sesiones de esta iniciativa cuyo punto de partida creativa fueron la cultura aborigen, la pervivencia de las tradiciones ancestrales como vía de adaptación al medio y la biodiversidad.
El Cabildo organizará una exposición con las obras y ya ha publicado el resultado de la experiencia en https://cutt.ly/tzETImN, lo que sirve además de material para el conjunto de la comunidad educativa e investigadora y se suma a la difusión del Paisaje Cultural de Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria.
El alumnado de menor edad se expresó con el dibujo, mientras que los mayores desarrollaron tramas más complejas apoyadas en textos e imágenes y con una profunda carga etnográfica, destaca la coordinadora del proyecto, la artista Noelia Verona.
Las creaciones revelan que los menores de la cumbre tienen interiorizadas las amenazas sobre el territorio y así se plasma en los dragones que vomitan llamas y provocan incendios o personas que arrojan basura al campo.
Asimismo, reflejan que mantienen una estrecha relación con la naturaleza construida con el contacto directo con el entorno y que no ha sido definida por la televisión ni los videojuegos.
La presencia constante de animales, desde arañas y erizos a machos cabríos, ovejas o serpientes son elementos comunes en muchas de las creaciones, en las que también cobran protagonismo las montañas, el Roque Nublo y el Bentayga y las cuevas, así como las historias de personajes que comparten sus secretos con árboles o pastorcillos.
El cielo y sus fenómenos recorren muchas de las obras, lo que remite a la observación que hacían los aborígenes de los astros para medir el tiempo, uno de los elementos que de hecho sustentó la declaración de Patrimonio Mundial.
También lo hacen las cuevas, como lugares para esconder tesoros y espacios para vivir, una referencia a los asentamientos trogloditas que afloró sobre todo en varios cuentos de Artenara.
Capítulo aparte merece la visión infantil del aborigen, retratado como un personaje fantástico que puede caer del cielo, viajar al oeste americano o ser un guerrero que vive en un paraje más frondoso que el actual.
Los antiguos pobladores de la isla también han sido representados como habitantes de cuevas que hablan lenguajes extraños, que se mueven entre los roques y cuyos tesoros son el alimento y la ropa. Algunos escolares imaginaron a los menores aborígenes ataviados al modo de hoy, como si un túnel del tiempo conectara pasado y presente en la cumbre de Gran Canaria.