La primera es hacer como cuando se producen los cambios de hora de verano o de invierno y los planeamos gradualmente con antelación. En este caso buscamos 'ganarle' al día más tiempo, por lo que probaremos rodando 15-20 min sus horarios y rutinas; si despierta más tarde, por lógica, dormirá más tarde. Hay que tener en cuenta que hay muchos niños en los que su reloj biológico interno es tan marcado que les cuesta mucho alargar su hora de despertar. Si tu hijo es así, y después de varios días intentándolo para observar resultados, esta opción no sería para él.
Por otro lado, ya hemos hablado de que las ventanas de sueño son importantísimas respetarlas, pero si tuviéramos que ampliar alguna de forma puntual, sería la de la mañana o mediodía; nunca la última. Ésta incide directamente en la noche y la forma de iniciar el sueño, si irritado o tranquilo, así que hay que cumplirla a raja tabla. En cambio, si añades 15 min más a la primera y/o segunda ventana, tendrás también una hora de dormir más tardía. Observa a tu peque, quizás aunque sea unos pocos minutos los que estás excediendo, llegue muy pasado de vueltas a dormir y entonces te estaría haciendo ver que esta opción no le viene nada bien.
Para terminar nos quedaría la siesta de emergencia, solo 20 ó 30 min le basta si ya sabes que vas a llegar tarde a dormir. Así puedes salvarles de un amplia tarde llena de estímulos y sobre cansancio.
Ten en cuenta que todo esto no son 'recomendaciones fijas', son tips para salvar días, en ocasiones puntuales porque probablemente hacer modificaciones tendrá sus consecuencias. Hay que observar a los peques y sus reacciones cada vez que hacemos alteraciones en sus rutinas, por mínimas que sean.
¿Cómo llevas el verano y los horarios? ¿Qué te funciona? ¡Comparte que te leo!
Mónica Quesada
Asesora de sueño infantil, maestra y CEO