Dejar llorar a los niños puede afectar a su desarrollo cerebral
¿Cuántas veces habremos oído eso de “Déjalo que llore un pisco, y verás que se le pasa” o “Venga, que cuanto más lloras, menos meas"? Estoy segura que muchísimas, incluso algunos de ustedes lo habrán vivido en sus propias carnes durante su infancia. Sin embargo, esto no va a ser algo positivo para los pequeños. Y me gustaría explicar el porqué y las consecuencias que esto puede tener en el desarrollo y por tanto, en los pilares que vamos a ir asentando hasta ser adultos
La forma más sencilla que conozco para explicar este hecho es mediante la teoría de los tres cerebros que desarrolla muy bien Álvaro Bilbao. Esta explicación no es más que una forma de acercar a todos los públicos cómo es el desarrollo cerebral y la correlación que tiene con nuestra conducta.
El cerebro madura de “dentro a fuera” (desde la base o estructuras subcorticales hasta la corteza cerebral) y de “atrás hacia adelante” (desde regiones primarias hasta las de asociación), hasta alcanzar lo que se conoce como "maduración cerebral en la edad adulta".
Así, podemos dividir el cerebro en tres cerebros que van a ser más o menos dominantes según la edad o momento del neurodesarrollo:
- Cerebro reptiliano: “el de la supervivencia”. Es la parte del cerebro más primitivo, que permite latir a nuestro corazón, respirar, regular nuestro estado de alerta (vigilia-sueño), regular la temperatura corporal, sensación de hambre, sueño o dolor.
- Cerebro emocional: “el de los instintos”. Es la parte del cerebro que guía nuestra conducta en términos de acercamiento/evitación, según las emociones agradables/desagradables. Evitaremos aquello que nos resulte desagradable (peligro, miedo, amenaza) y nos acercaremos a lo que nos resulte agradable (alimento, cariño, consuelo).
- Cerebro racional: “el del razonamiento”. Es la parte del cerebro que nos permite ser racionales, pensar o reflexionar sobre lo que hacemos o lo que sentimos, tomar de decisiones más lógicas, ponernos en el lugar del otro o comunicarnos.
¿No les está recordando estos tres cerebros a la forma en la que se va comportando un niño desde que nace hasta que va siendo más mayor?
Por este motivo, es muy importante aportar a los niños lo que necesitan según su momento en el desarrollo, y no esperar que se comporten como aún no son capaces de hacerlo. Todo tiene su momento. Y todo, absolutamente todo lo que le enseñemos a un niño, desde el primer segundo de vida, tiene un impacto en su desarrollo.
Es por esto que, “déjalo que llore y verás que se le pasa”, no es más que un mensaje de desamparo para el niño. El llanto es la forma que tiene el niño más pequeño de expresar lo que le ocurre, hasta que va adquiriendo el lenguaje y sobre todo, va aprendiendo a asociar lo que le pasa con un estado o una emoción. Así, lo que el niño aprende cuando le dejamos llorar, es que nadie aparece cuando tiene una necesidad, para sosegarlo, reconfortarlo, hacerle sentir seguro o calmar su miedo.
Para crear adultos felices, seguros y autónomos, debemos crear niños felices, seguros y autónomos. En la infancia el cerebro es muy plástico, maleable, se generan multitud de conexiones sinápticas, con cada aprendizaje, experiencia y vivencia, que van a conformar nuestra red neuronal. Y nos enfrentaremos al mundo basándonos en ellas, porque esas conexiones son lo que aprendemos y lo que somos.
Cristina de la Fe
Neuropsicóloga
Psicóloga sanitaria