Te aprendí en un libro
lleno de trigales,
en un libro viejo
supe de tus males,
en mi tiempo sólo
supe de tu risa,
bella flor del campo
princesa Acerina.
Y es que en la escuela
no me hablaron de ti,
y es que en la escuela
no me hablaron de ti.
«Acerina» (Pedro Guerra
Taller Canario de la Canción)
El conocimiento de la historia de los pueblos es un elemento esencial en el desarrollo de la cultura de una sociedad. La pérdida de la identidad cultural es un componente primordial en el abandono de los espacios comunes, de la comunidad, y por lo tanto de referencias etnográficas y personales. La falta de arraigo, del sentido de la vecindad, nos hace sentirnos «perdidos», sin referencias, navegando por el mundo del anonimato entre tanta gente desconocida.
El escritor chileno Luis Sepúlveda dice que escribir es la «literaturización de la vida». La novela histórica, nacida en pleno romanticismo del siglo XIX, puede definirse como aquella que, «siendo una obra de ficción, recrea un periodo histórico preferentemente lejano y en la que forman parte de la acción personajes y eventos no ficticios». Va mucho más allá de la ambientación histórica de un echo pasado.
La historia y el conocimiento de la vida de los aborígenes que habitaron el Archipiélago Canario, sus creencias, su sentido de la vida, la organización política y social, etc., ha sido una asignatura pendiente de nuestro tiempo. Ahondar en los múltiples motivos que ha provocado esa situación no es asunto de este artículo, pero sí como la literatura de la vida, a la que se refería Sepúlveda, puede compensar tanto olvido.
Yo no recuerdo que en la escuela en la que estudié se hablara de nuestra historia aborigen, más bien todo lo contrario, y tenían que ver con una visión populista de nuestra historia antigua. Por eso, muchos nos sentimos tan identificados con el estribillo de la canción. En la escuela, a mí, no me hablaron de ti, Acerina. Pero tampoco de Tanausú ni de Zonzamas ni de Faina ni de la conquista, ni de los esclavos ni de las epidemias.
En las últimas décadas, los estudios de nuestros orígenes han suscitado un interés mayor y ha despertado curiosidad en los espacios académicos, en centros culturales y ámbitos artísticos, más allá de los círculos científicos o del popular folklore.
Ha sido, sin duda, la buena literatura, la novela histórica, la que ha ocupado un espacio prominente en el ámbito que nos ocupa, presentándonos hoy, las manifestación culturales y sociales del mundo aborigen isleño.
¿Se puede hacer literatura, que sea novela histórica, que conecte con la vida de manera tan visceral que nos sintamos protagonista de los propios acontecimientos, que sintamos que fuimos partícipes del pasado que configura nuestro presente?
Un claro ejemplo es la trilogía «Sangre» sobre la conquista de Canarias, escrita por Carlos González Sosa y editada por publicaciones Bilenio.
El primer libro en publicarse fue «La madera contra el acero» (2017), que narra cómo comenzó la conquista de Canarias a través de la isla de Lanzarote. Luego llegó «Datana» (2017), que narra de manera descarnada la feroz conquista de la rebelde isla de Gran Canaria. Y cierra la trilogía «Hijos del Sol» (2017), donde se exponen los acontecimientos que se vivieron en la isla de Tenerife y de La Palma durante su conquista.
Nos encontramos ante tres obras de arte, donde la palabra y la lírica se ponen al servicio del lector. Después de más de siete años de investigación, el autor es capaz de reunir y presentar una obra con gran rigor histórico. Sus novelas históricas recrean un periodo de la conquista que nunca nos contaron en las escuelas. Los personajes no son ficticios ni los eventos que se suceden, podemos vivirlos junto a ellos y decidir si queremos ser espectadores o protagonistas.
No es un discurso político en tres tomos. No hace apología de ninguna ideología. El autor cuenta lo que sucedió, sin posicionarse. Mantiene la distancia necesaria para no construir una obra histórica. Sosa no pretende seducirnos ni entretenernos. Su objetivo es narrarnos, cedernos los hechos en forma de palabras, para que nosotros hagamos el uso que consideremos de ellas.
Su prosa es ágil, sin pausa, pero sin atropellos, dejando espacios para que el lector pueda respirar. El dominio de la escena y de la épica convierten esta obra —la trilogía completa— en esencial lectura para todos los que quieran conocer mejor y más acertadamente la historia de la conquista de Canarias. Porque, pese a quien le pese, así fue, una invasión premeditada y un exterminio de la cultura isleña organizada y ejecutada desde la lejanía y bajo el amparo de una fe y el progreso. Una época convulsa, llena de engaños, sangre, violencia y traiciones por ambas partes.
En ocasiones, nos encontramos con movimientos que intentan negar el genocidio de los pueblos americanos o de las minorías étnicas en Europa, por ejemplo. Nos echamos manos a la cabeza y pensamos cómo alguien en su sano juicio puede pensar que esas barbaries no ocurrieron. En cambio, aceptamos de buen grado que las conquistas de las islas fueron un paseo romántico. Y nada más lejos de la realidad. Y esa aceptación facilita y provoca, una vez más, cada día, una nueva conquista de nuestra manera de entender la vida.
Abrazar la historia es comprender nuestra relación con la naturaleza, el progreso equilibrado, el mar como fuente de vida, conocimiento y encuentro, de la música, del hecho insular, la acogida permanente, la estética y literatura, de la educación, de nuestra mirada atlántica...
Por lo expuesto, considero que la trilogía «Sangre» es fundamental para entender nuestro pasado aborigen y poder descubrir aquellas manifestaciones que han llegado a nuestros días desde siglos atrás.
Daniel Martín
Maestro, narrador oral y escritor
www.danielmartincastellano.com